domingo, 25 de septiembre de 2011

21. El anarquista jubilado, Roberto Rubiano Vargas



Mariana Llano despierta con el ruido que viene del apartamento de arriba. Es un sonido acompasado que ya conoce. Que se repite dos o tres noches al mes. Es su vecina con el tipo del bmw, o con el del Renault, o con el del Audi. Tipos que la visitan sólo para tirar. El cric-cric de la cama se alarga por unos minutos y comienza a mezclarse con los gemidos de la profesora que van subiendo de decibeles hasta desembocar en un largo orgasmo. ¿La vecina habrá escuchado su orgasmo, un rato antes? Mariana sabe que no es muy escandalosa cuando hace el amor. Apenas suspira, o eso cree. Y su cama apenas cruje. En realidad no recuerda la manera como acaba de hacer el amor. Tiene la sensación de que fue agradable, muy agradable incluso, pero no mucho más. Vargas Vila gritó demasiado, como siempre… me vengo, me vengo… y ella sonreía porque se había venido hacía rato. Es su característica, si tirara con la vecina los escucharía en varias manzanas a la redonda. Serían el espectáculo auditivo del vecindario. Pero eso ya está atrás. Ahora siente la necesidad de que su vida continúe sin necesidad de que exista Vargas Vila.

El anarquista jubilado, Roberto Rubiano Vargas

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